Animados por una fiebre paisajística colectiva todos querían su propio jardín. Los que tenían uno en la ciudad luchaban por tener otro en la costa y, los mas exigentes, otro en la montaña. Algunos llegaron a ostentar seis o siete. El estado concedió ayudas para que cada ciudadano tuviera derecho a un jardín y, gracias a una lluvia de subvenciones, algunos pudieron cambiar el viejo por uno nuevo. Cada municipio quiso su propio Jardín botánico. Algunos, sobre todo los pueblos cuyas tierras no habían sucumbido al cemento derramado en las décadas anteriores, hacían ahora alarde de inmensos y codiciados jardines. El paisajismo descontrolado se apoderó de todo el territorio tanto que la superficie ajardinable se redujo progresivamente y su precio se disparó. En contra de estos desmanes se levantaron grupos y asociaciones en defensa del suelo urbanizable y del cemento. Los Grises, se le empezó a llamar despectivamente.
Sin embargo, los efectos del paisajismo salvaje sobre la economía fueron extraordinarios. Como por arte de magia se crearon miles de puestos de trabajo. Se necesitaba un numero incontable de paisajistas, jardineros, agrónomos, botánicos y biólogos. Hasta filósofos, antropólogos, filólogos, músicos y artistas de todo tipo lograron un puesto de trabajo. Era la euforia general.
En lo referente a lo personal, Parisi Garden Solutions, que ya no era una empresa sino un entramado de empresas, se veía bombardeada a diario por miles de solicitudes. Ya daba empleo a centenares de trabajadores por toda España. Gozando de la ilimitada confianza de los inversores, el valor de sus acciones en la bolsa había crecido vertiginosamente.
Todo iba viento en popa hasta que un día, no se sabe bien quien fue el primero a proferir tan nefastas palabras, se empezó a hablar de burbuja paisajística, de excesos y hasta de abusos paisajísticos. Las pruebas, gritaban los antisistema, estaban delante de los ojos de todos: agregaciones de jardines ocupaban sin orden ni concierto miles de hectáreas, muchos de ellos aun sin vender. Todos, expertos y menos expertos, convinieron que aquello había sido un disparate. Era de esperar: estalló la crisis. Llegó la reforma laboral y con ella los recortes. Las empresas empezaron a tambalearse, a recortar salarios, a despedir; las bolsas se desplomaron y Parisi Garden Solutions …. Parisi Garden Solutions … me desperté empapado en sudor, con las pulsaciones a mil. Respiré profundamente durante unos segundos en la oscuridad de mi habitación y me tranquilicé. Solo se había tratado de un mal sueño, algo ya visto.