El jardín. Un asunto, sin duda, secundario en nuestro País. Uno de estos temas frívolos, al cual están interesados nada mas que unos pocos aficionados de las plantas. Sin embargo nadie, incluidos los que no comparten esa afición, negaría que el jardín es algo bueno para el medio ambiente. Pero pocos llegarían a afirmar que el jardín es un instrumento al alcance de casi todos (todos los que dispongan de un espacio exterior) con el cual cada uno, a nivel personal, podría compensar el peso de su propia huella ecológica sobre el planeta.
Si por un lado, es verdad que cada vez mas gente, preocupada por temas tan globales como el cambio climático o la perdida de biodiversidad, adopta hábitos positivos para la salud del medio ambiente, muy pocos, por el contrario, cultivan un jardín con esa misma intención. Los pocos que lo hacen, practican una nefasta jardinería convencional sin aprovechar el gran potencial ecológico del jardín.
Es una lastima porque los beneficios medio ambientales de un jardín planificado y cultivado con técnicas sostenibles son extraordinarios. Para citar algunos: el jardín sostenible actúa positivamente sobre los ciclos de dióxido de carbono y oxigeno, constituye un medio de vida para plantas, animales y microorganismos, favorece los ciclos naturales y permite la reducción de desechos.
Siendo mas concretos, hay que darse cuenta que cuando se construye una urbanización, un polígono industrial o una carretera se está quitando superficie, o mejor dicho, espacio vital a la naturaleza. Plantas, pajaritos, ranas, lombrices y miles de organismos vivientes se ven barridos de golpe. Se prevé que de aquí al año 2032 mas del 70% de la superficie terrestre sufrirá cierto grado de alteración debido al crecimiento de las ciudades, a la construcción de carreteras o alguna otra forma de infraestructura humana. En este escenario tan catastrófico, en el cual nos sentimos cada vez más impotentes, el jardín representa un instrumento formidable para equilibrar el impacto de nuestras acciones sobre el medio ambiente.
Cultivar un jardín lejos de ser una frivolidad es una obligación moral. Quizás no sea la solución pero sí es parte de ella.