En los días anteriores a mi viaje a Noruega me consolaba pensar que las reglas de la buena jardinería son las mismas en todo el mundo, así como los errores y los problemas que se cometen comúnmente en los jardines.
Llegado a Noruega me sorprendí enseguida por la abundancia y la variedad de plantas ornamentales que adornaban parques públicos y casas privadas. La verdad es que no me la esperaba así. Hace años había viajado por Islandia donde los pocos jardines se constituían casi exclusivamente por herbáceas perennes. En cambio, ya en el largo viaje en bus que de Bergen me llevaba a través de los fiordos, pude observar cantidad de arbustos a mi familiares.
El jardín que me proponía resolver, en el corazón de Sognfjord, tierra de manzanos, frambuesas, grosellas y fresas exquisitas, también se caracterizaba por la presencia de una gran cantidad de plantas. Flores y color no faltaban en un batiburrillo de arbustos y vivaces entremezclados. En una ladera amplia y empinada, la propietaria, preocupada por los posibles derrumbes, había plantado al azar gran cantidad y variedad de arbustos: spireas de todo tipo, potentillas, groselleros, deutzias, una kolkwitzia, un berberis, una weigelia, una syringa, etc.. Las plantas colocadas a una distancia insuficiente habían crecido y se estorbaban mutuamente. El mantenimiento resultaba imposible tanto que la dueña había renunciado a ello y dejado con resignación que la naturaleza se reapropiara paulatinamente de esta parte de la finca.
Tuve claro, desde el primer momento, que me esperaba, ante todo, un gran trabajo de trasplante. Desde el punto de vista practico, trabajar en una ladera es lo mas difícil que nos pueda tocar. Una vez seleccionado los arbustos que a mi manera de ver merecía la pena conservar, empecé a sacar con mucho cuidado los demás con la intención de buscarle mejor sitio en otra parte del jardín. Julio no es la mejor temporada para trasplantar arbustos, aunque se trate de la región mas húmeda de Noruega, pero tenía que arriesgar y actuar rápido si quería crear una composición equilibrada. Decidí mantener el berberis, un grupo de spireas blancas, la kolkwitzia y dos deutzias de flor rosa. Quité poco a poco todo el resto.
Ahora, tras mi intervención, hay un total de siete rododendros que al cabo de unos años conformarán un comienzo de estación florido después del largo invierno noruego; aportarán verde y cuerpo a la ladera durante todo el año .
Resuelta la estructura, decidí introducir un elemento capaz de destacar entre los arbustos, un especimen que fuera especialmente atractivo. Después de estar dudando entre varias opciones, me decanté finalmente por el Euonymus europeus “Red Cascade” un pequeño árbol resistente al frío extremo. Como es sabido su color otoñal es impresionante y su silueta es capaz de llamar la atención durante todo el año (momento de la plantación en la foto de abajo).
Reforcé la composición con diversas especies de Geranium plantados en masa en la parte delantera de la ladera. Los geranios se extienden rápidamente, rebosan de color durante largo tiempo y no requieren apenas mantenimiento. Para compensar el escaso tamaño de las nuevas plantas y acentuar el colorido de la composición añadí grupos de Phlox paniculata y Sedum telephium. Con esa intervención creo haber convertido una confusa y caótica agrupación de arbustos en un conjunto de especies capaz de mantener el interés en esa parte del jardín durante casi todo el año, objetivo relevante si se piensa que esa ladera es la parte más visible del jardín desde la casa. Los arbustos trasplantados, exceptuando los groselleros, están todos a salvo. |