Nada mas cruzar el gran portal de acceso uno se ve catapultado instantáneamente en un mundo mágico, un exuberante lugar de ensueño. Así debió de parecerles a los niños del pequeño grupo que me acompañaba en esta visita al Pazo de Oca. Como pequeñas esferas metálicas atraídas por imanes invisibles se lanzaron corriendo a las entrañas del jardín soltando gritos de alegría. Yo me contuve y, tras un suspiro de complacencia, me lo tomé con calma con la intención de saborear cada pequeño rincón de aquel lugar y con el convencimiento de que iba a dar unas cuantas vueltas.
Que estemos en pleno invierno poco importa en un jardín atlántico. Aquí, boj, camelias y magnolias llenan de verdor el jardín durante todo el año. Más, en el Pazo de Oca estas especies alcanzan el apogeo creando un ambiente húmedo y sombrío donde apenas penetra la luz y donde el musgo lo cubre todo. Una nudosa Magnolia grandiflora, ancha, retorcida y casi totalmente recubierta de musgo y helechos capta poderosamente mi atención.
Continúo el paseo y de repente se me abre a la vista un asombroso estanque rodeado de piedra y boj. En él surge un barco pétreo que delata con evidencia el espíritu barroco del que lo ideó. Atraviesa el estanque un pasadizo de piedra bordeado por asientos de piedra y columnas de piedra (se me permita la redundancia, aquí todo es piedra) que sujetan una pérgola. El conjunto, maravillosamente recubierto de musgo, es armonía pura.
No cabe la menor duda de que la visita a los jardines del Pazo de Oca me ha fascinado, pero tengo que decir que hay elementos que me han producido cierta perplejidad: indicios de podas cuanto menos discutibles y estridencias provocadas por las plantaciones más recientes (deduzco que son nuevas por su envergadura). Me pregunto que hace una adelfa raquítica (o un callistemon) en un ambiente tan húmedo y sombrío; un Leptospermum que los jardineros se obstinan en recortar en forma de arco. Y quizás la elección más discutible: los limoneros plantados en el barco pétreo del estanque; limoneros rodeados de agua es algo que no llego a comprender. Fallos que quizás en otros contextos podrían considerarse leves, en un jardín de ese valor histórico, botánico y paisajístico deberían evitarse a toda costa.