No lo puedo evitar. El domingo por la mañana cuando tomaba un dulce desayuno a los primeros temblorosos rayos de sol, se perfila la escena que he intentado retratar en la foto. Una composición que, en su sencillez, yo encuentro exquisitamente elegante: la Capuchina se inclina con gracia ante un Senecio altivo cuyo follaje de terciopelo plateado, casi blanco, actúa de fondo perfecto, apaciguador me atrevería a decir, para los cálidos tonos de las flores de su bella compañera. Como si no bastara, un grupo de gordolobos (se adivinan al fondo) ha decidido (mi mérito solo consiste en haberles dejado ocupar el sitio) subrayar aun más la belleza de la Capuchina. |
La naturaleza es cíclica y, en consecuencia, los jardineros corremos el riesgo de ser repetitivos. Los que me conocen me habrán escuchado varias veces decir lo mismo, prácticamente todos los años en esa temporada vuelve Ella, la Capuchina, y yo vuelvo a decir lo mismo:“adorable Capuchina”. Y, perdonadme si insisto, la Capuchina es una planta que no requiere ningún cuidado, se siembra una vez y sale y florece puntualmente todos los años. No me extraña que Monet las cultivara junto a los senderos de su jardín.
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Salvatore parisi
Licenciado en Ingeniería agrónoma y Doctor en Edafología, tengo pasión por la jardinería desde niño. Categorias
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